Un relato de Bartelby
El tipo mostró la tarjeta de embarque y se dirigió a la mesa de las bandejas mirando alrededor qué hacían los demás viajeros, como si pasar el control de seguridad fuera algo nuevo para él. Se quitó el cinturón y la chupa y los depositó en una bandeja. Puso la bandeja y una bolsa de viaje negra en la cinta y pasó por el aro. Sonaron todas las alarmas. El de seguridad le hizo volver atrás y le ordenó que se quitara los zapatos. El tipo lo hizo y tuvo que buscar otra bandeja y la fila de viajeros se desordenó. El de seguridad le indicó con un gesto que volviera a pasar por el aro. Sonaron de nuevo todas las alarmas. Un segundo agente le cerró el paso. La cinta se detuvo, la cola de viajeros se atascó. El de seguridad le hizo poner los brazos en cruz y deslizó el sensor manual por su cuerpo: pecho, espalda, axilas, vientre, piernas… El sensor sonaba estridente, sin parar. El otro agente de seguridad lo cacheó: nada, la camisa y la piel, el pantalón y la piel. Pero el sensor no dejaba de sonar.
Lo introdujeron en una habitación. Allí había un aparato de rayos X y le obligaron a desnudarse. El tipo, en calzoncillos, silencioso, con una expresión de asombro en el rostro, se dejó hacer.
A la vista atónita de los de seguridad apareció el interior del tipo: una delicada estructura de circuitos electrónicos, nano motores, nervios metálicos…
Los discos duros del tipo, una vez retirado, han sido enviados para su análisis a un laboratorio secreto de la NASA.
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